Concatenaciones
Fernando Irala
Un año después de la tragedia de Iguala, aún los ánimos crispados, la negación y la incredulidad vigentes entre los deudos y cercanos a esa noche oscura, el irracional crimen conmociona todavía a la opinión pública y genera reacciones de repudio e inconformidad.
El informe de los expertos traídos del extranjero ha enrarecido más que esclarecer los hechos, pues en realidad su informe no agregó ningún elemento nuevo, pero puso en duda la verosimilitud de los hechos ocurridos, particularmente la incineración de los cuerpos de los normalistas en el basurero del pueblo cercano de Cocula.
Una segunda reunión de los padres de los desaparecidos con el Presidente de la República, si no fue un diálogo de sordos, al menos se le pareció, pues de parte de los familiares no hay ninguna empatía con el gobierno, y de parte del poder no hay posibilidad alguna de cumplir la demanda central del movimiento, en el sentido de recuperar vivos a quienes todas las evidencias indican que fueron asesinados, incinerados y sus restos diseminados en el río San Juan.
Tal vez lo único positivo, es una especie de despertar de la conciencia nacional sobre la grave situación que vive el país, y el rechazo a la recurrencia de estos crímenes.
Pero esa conciencia no será efectiva si no desemboca en algo más que la protesta callejera, siempre expuesta a los excesos y provocaciones de los llamados anarquistas y otras fuerzas extremistas, en realidad cómplices del poder.
Por lo pronto la promesa es investigar nuevamente y profundizar lo ya averiguado, lo cual tiene la limitante básica del acotamiento establecido por los deudos: no tocar a los normalistas, sus líderes y los directivos de la Normal ni con el pétalo de una sospecha.
Nos aproximamos con ello a un embrollo insoluble: rechazar la “verdad histórica”, calificada de montaje, una especie de complot de la que forman parte las confesiones más o menos semejantes de un centenar de implicados, las evidencias recabadas y los dictámenes de un laboratorio internacional de reconocimiento mundial, el de Innsbruck.
En congruencia con esa demanda, habría que soltar a los consignados, por lo pronto, para empezar de nuevo todo, ¿no?